En la planta baja abrió un salón que servía para todo, y construyó en el fondo una caballeriza para cuatro animales, los cuartos de servicio, y una cocina de hacienda con ventanas hacia el puerto por donde entraba a toda hora la pestilencia de las aguas. Lo único que dejó intacto en el salón fue la escalera en espiral rescatada de algún naufragio.